jueves, 26 de enero de 2012

Cuando finalmente la dejó el chico de los lentes oscuros, los celulares le empezaron a ser eternos. Ya no los ahogaba de tanto llorarles encima.

sábado, 21 de enero de 2012

Jorge allen, el poeta, amaba a una joven pechugona de los barrios hostiles.
Según supo después, alcanzó a ser feliz. Una noche de junio, la chica
resolvió abandonarlo.
- No te quiero más - le dijo.
Allen cometió entonces los peores pecados de su vida; suplicó, se humilló,
escribió versos horrorosos y lloró en los rincones.
La pechugona se mantuvo firme y rubricó la maniobra entreverándose con un
deportista reluciente.
El poeta recobró la dignidad y empleó su tiempo en amar sin esperanzas y en
recordar el pasado. Su alma se retempló en el sufrimiento y se hizo cada vez más
sabio y bondadoso. Muchas veces soñó con el regreso de la muchacha, aunque tuvo
el buen tino de no esperar que tal sueño se cumpliera.
Más tarde supo que jamás habría en su vida algo mejor que aquel amor
imposible.
Sin embargo, una noche de verano, siete años y siete meses después de su
pronunciamiento, la pechugona apareció de nuevo.
Las lágrimas le corrían por el escote cuando confesó al poeta:
- Otra vez te quiero.
Allen nunca pudo contar lo que sintió en aquellas horas.
El caso es que volvió a su casa vacío y desengañado. Quiso llorar y no pudo.
Nunca más volvió a ver a la pechugona. Y lo que es peor, nunca más, nunca más
volvió a pensar en ella ni a soñar su regreso.


(Alejandro Dolina)