lunes, 3 de diciembre de 2012
jueves, 29 de noviembre de 2012
Yo sé que es poco tiempo, que los principios necesariamente tienen que sentirse buenos y que no hay que olvidar que se tiene una existencia previa, planes, otras personas, pero decime si no hay que poner todo de uno para no dejarse llevar por los impulsos poco culposos de querer hacer y sentirlo todo con él.
viernes, 2 de noviembre de 2012
sábado, 13 de octubre de 2012
Lo que sos para mi (entre otras cosas)
*Los momentos en los que se le iluminan los ojos a Bob Dylan en Tangled Up in Blue '75
*Los amaneceres tibios en balcones desconocidos con extraños que se sienten como casa.
*El viaje a Comodoro con Led Zeppelin en el discman. Y nada más.
*Recorrer librerías los viernes a las 7 de la tarde un día lluvioso de invierno.
*La Fe de aquellos que crean su propio Dios.
*La última página de una fotocopia aburrida.
*La primer página de un libro increíble.
*La certeza de que por dentro somos infinitos.
*Esto
martes, 13 de marzo de 2012
domingo, 11 de marzo de 2012
jueves, 23 de febrero de 2012
sábado, 11 de febrero de 2012
jueves, 26 de enero de 2012
sábado, 21 de enero de 2012
Jorge allen, el poeta, amaba a una joven pechugona de los barrios hostiles.
Según supo después, alcanzó a ser feliz. Una noche de junio, la chica
resolvió abandonarlo.
- No te quiero más - le dijo.
Allen cometió entonces los peores pecados de su vida; suplicó, se humilló,
escribió versos horrorosos y lloró en los rincones.
La pechugona se mantuvo firme y rubricó la maniobra entreverándose con un
deportista reluciente.
El poeta recobró la dignidad y empleó su tiempo en amar sin esperanzas y en
recordar el pasado. Su alma se retempló en el sufrimiento y se hizo cada vez más
sabio y bondadoso. Muchas veces soñó con el regreso de la muchacha, aunque tuvo
el buen tino de no esperar que tal sueño se cumpliera.
Más tarde supo que jamás habría en su vida algo mejor que aquel amor
imposible.
Sin embargo, una noche de verano, siete años y siete meses después de su
pronunciamiento, la pechugona apareció de nuevo.
Las lágrimas le corrían por el escote cuando confesó al poeta:
- Otra vez te quiero.
Allen nunca pudo contar lo que sintió en aquellas horas.
El caso es que volvió a su casa vacío y desengañado. Quiso llorar y no pudo.
Nunca más volvió a ver a la pechugona. Y lo que es peor, nunca más, nunca más
volvió a pensar en ella ni a soñar su regreso.
(Alejandro Dolina)
Según supo después, alcanzó a ser feliz. Una noche de junio, la chica
resolvió abandonarlo.
- No te quiero más - le dijo.
Allen cometió entonces los peores pecados de su vida; suplicó, se humilló,
escribió versos horrorosos y lloró en los rincones.
La pechugona se mantuvo firme y rubricó la maniobra entreverándose con un
deportista reluciente.
El poeta recobró la dignidad y empleó su tiempo en amar sin esperanzas y en
recordar el pasado. Su alma se retempló en el sufrimiento y se hizo cada vez más
sabio y bondadoso. Muchas veces soñó con el regreso de la muchacha, aunque tuvo
el buen tino de no esperar que tal sueño se cumpliera.
Más tarde supo que jamás habría en su vida algo mejor que aquel amor
imposible.
Sin embargo, una noche de verano, siete años y siete meses después de su
pronunciamiento, la pechugona apareció de nuevo.
Las lágrimas le corrían por el escote cuando confesó al poeta:
- Otra vez te quiero.
Allen nunca pudo contar lo que sintió en aquellas horas.
El caso es que volvió a su casa vacío y desengañado. Quiso llorar y no pudo.
Nunca más volvió a ver a la pechugona. Y lo que es peor, nunca más, nunca más
volvió a pensar en ella ni a soñar su regreso.
(Alejandro Dolina)
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