lunes, 17 de octubre de 2011

A veces, por una milésima de segundo, veo las paredes llenas de arañas. Por lo general me pasa cuando estoy concentrada leyendo o mirando alguna serie. Pierdo el foco por un momento y ahí están ellas; negras, chiquitas, medianas, nunca grandes. Inmóviles e inquietas. Durante esa finitud de tiempo eterno, puedo llegar a recorrerlas en detalle, ponerles nombre, darle una personalidad y hasta sentir lástima si me animara a acabar con la vida de alguna. De repente, como quien no quiere la cosa, ellas desaparecen; me dejan sola; mis visitantes imaginarios.

Cuando me vuelve la conciencia plena y me encuentro ahí, pétrea, con los ojos clavados en una pared vacía, me pregunto ¿qué perversa lógica maneja mi cabeza, que me hace materializar lo que más me aterra?

¿Será acaso, como dice Rilke, que somos nosotros en realidad quienes despertamos a nuestros monstruos, y no nos hemos enfrentado a ellos lo bastante como para vencerlos, porque en cierto modo estamos de acuerdo con ellos?

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" He pensado que algún día me llevarías a un lugar habitado por una araña del tamaño de un hombre y que pasaríamos toda la vida mirándola, aterrados. "

Fedor Dostoievski Los demonios

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