sábado, 30 de julio de 2011

Cuando todo vuelva a ser desconcierto y tengas ganas de desaparecer, respirá profundo, tapate la nariz y aguantá todo lo que puedas sin soltar ni el aire ni tampoco las ganas, eso es primordial. Mirá a tu alrededor y cuando te empiecen a caer las lágrimas por la presión, dejá que resbalen por tu cara sin pasarte la mano que tenés libre, te producirán cosquillas pero no te rasques, no hagas nada con ellas. Sentate si te empezás a marear, cerrá los ojos y tratá de pensar en algo. No vas a poder, pero intentalo. Acostate en la cama, el piso, no importa. No abras los ojos, de todas formas no vas a ver nada. Cuando dejes de sentir la urgencia de respirar, destapate la nariz. El aire que antes respiraste profundo no va a salir, ya no va a estar. Tampoco vas a poder abrir los ojos ni secarte las lágrimas. Vas a estar muerto.

2 comentarios:

  1. Probablemente si no llorásemos, contuviésemos el aire e incluso nos tirásemos en el piso ante la mínima sensación de mareo sería un signo inequívoco de que estamos muertos. Muertos en vida.

    Me gusto el texto. Y la carga que tiene encima.

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