domingo, 6 de noviembre de 2011

Vos me pediste que no lo haga o que lo haga pero lo sostenga; por ahí lo que querías era que sea yo la que tome la decisión, difícil cuando se es indeciso a niveles metafísicos. ¿Metafísicos? por ahí debería dejar de sonar como la vecina que me daba Reiki de chica y empezar conectar ideas.
Vos me agarraste de la mano y me desperté. No literalmente, claro, estaba despierta, pero despierta lejos de esa mesa de bar muy chiquita, muy incómoda; encima tenía la superficie negra y cuando la limpiabás con una servilleta, quedaba una estela de suciedad entre los granitos de azúcar que lograba hacerme sentir realmente nerviosa.
Me tocaste de nuevo, me paré. Traté en vano de hacer desaparecer la mancha que distraía de la pureza del negro y me abroché los cuatro botones del saco. Vos me miraste con ojos de quien ve algo por enésima vez seguida, algo que lo aburre y que quiere borrar ya mismo de su retina. Me dolió un poco menos que las veces anteriores, pero me dolió.
El hombre de la mesa de al lado estaba fumando un cigarrillo que desprendía un humo excesivo. Me quedé unos segundos observando si, acaso, formaría un conejo, un barco o algo digno de una enorme nube blanca. Esa vez fui yo la que me despertó, me traje a ese momento sin darte una mínima oportunidad de que tu mano me arrastre por última vez.
Ahí la decisión fue tomada, aunque yo todavía no estaba segura. Simplemente, me cansé de llevarte en mi espalda. Los huesos se me habían empezado a deformar.

2 comentarios:

  1. Detenerse en el humo de un cigarro significa el colchon de la calma ante una decision importante. Como cuando el mundo se detiene y uno esta a salvo ahi, pero hasta que pase el momento, donde cae la realidad y bueno... hay que enfrentarla.

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  2. Parece dificil de creer que verte produzca aburrimiento.
    Tambien conoco la sensación de despertar, estando despierto.

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