miércoles, 1 de junio de 2011

-Qué lindo tu pelo.

Le dijeron, y ella sonrío.

Se despidió amablemente y caminó apresurada hacia la entrada del edificio. Subió trotando las escaleras; evita los ascensores porque todavía no aprendió qué actitud tomar cuando se viaja acompañada por desconocidos.
Entró al oscuro departamento y con la respiración entrecortada se dejó caer en la cama. Algo se le clavó en la espalda pero a ella no pareció importarle.
Se sacó la mochila, la campera y los zapatos, como quien se saca de encima una araña que camina por el brazo.

Entró al baño y se miró en el espejo.

-Qué lindo tu pelo.

Susurró para sí misma.

Y el rubio brillante comenzó a apagarse hasta volverse sólo rubio; luego de unos segundos el rubio se tornó una especie de marrón antiguo hasta quedar completamente negro.

Ahora se busca en los espejos pero no se encuentra y ya nadie le dice que su pelo es lindo.

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